En estos días, en que la humanidad parece estar centrada únicamente en su individualidad, en el acopio de bienes materiales y en la defensa de sus propios capitales, es necesario recordar momentos en que la ciudadanía se organizó para decidir su futuro, contra la alienación de una sociedad injusta y despótica: nos referimos a la Revolución Francesa. Los políticos de la época, entre los que destacamos a Jean-Jacques Rousseau, junto con organizar el movimiento que acabaría materialmente con el poder monárquico, desarrollaron corrientes de pensamiento que dieron sustento a las acciones emprendidas. Este quehacer intelectual fue la llamada Ilustración, cuyas ideas perduran hasta la actualidad.
Mencionamos a Rousseau por su filosofía profundamente humanista, cuyas concepciones del hombre hablan de su carácter libertario y de su igualdad de derechos, los que eran conculcados por la monarquía. Esta y otras ideas están contenidas en una de las obras fundamentales de este autor: “El Contrato Social”. Otro de los textos que mejor resume el legado teórico de Rousseau, es “Emilio”. Llama la atención la sorprendente vigencia de sus contenidos, toda vez que atañen a una de las tareas de mayor relevancia en todo estado, cual es la Educación. Su mensaje señala una acabada crítica a la enseñanza tradicional, la que destruye la naturaleza originaria de la persona, supeditándola a lo dispuesto por una superestructura artificial.
Como no todo puede ser crítica, sino también aportes, este gran galo propone que el único fin de la educación debe ser el mantenimiento y fortalecimiento de la naturaleza humana. Para darle un correlato práctico a esta aseveración, se plantea, en consecuencia, que “el maestro no debe pretender inocular en el discípulo valores y nociones contrarias a las tendencias de su edad, sino limitarse a remover los obstáculos que se oponen a su desarrollo. De este modo, el niño llegará a adquirir poco a poco aquello de lo que es realmente capaz, y a realizar de una manera espontánea su profunda e íntima espiritualidad”.
Parece increíble que hayan pasado más de doscientos años para que estos postulados se recojan en una real Reforma Educacional en nuestro país. Claro, para hacer una reforma no basta la voluntad de la autoridad. Por el contrario, lo más importante es la modificación de las concepciones que la sociedad tenga al respecto, en particular lo que pensemos los padres y los educadores. Este es justamente el cambio más importante en toda reforma, en todo proceso social: nos referimos al cambio cultural, el que está en el fondo de las modificaciones, el que les dará sustento a los nuevos procesos, el que -a la vez- es el que ocasiona las mayores resistencias.
1 comentario:
Que buen aporte histórico acerca de la concepción de educación en una sociedad realmente democratica...de verdad muy bueno...todos los dia se aprende algo nuevo
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