domingo, mayo 15, 2005

¿Y los niños muy Tranquilos?

Vivimos la época de la globalización, en la que a veces parece que lo que se está globalizando o generalizando tiene más que ver con lo económico que con la cultura; más con lo aparente que con los valores profundos del ser humano; más con la eficiencia productiva que con el desarrollo interno de la persona. En esta era vemos aparecer el consumismo y el culto a lo material, como paradigmas que reemplazan a la verdadera búsqueda de la integralidad del ser. Junto con esos paradigmas, se nos viene encima el estrés y la frustración por no lograr conseguir aquellos bienes que asociamos con una vida “feliz”. Esta visión –que puede parecer pesimista- del modo como se desenvuelve, en muchos casos, la vida actual de los adultos, tiene mucho de verdad, y la prueba está en los indicadores y estadísticas de salud mental, tanto en el plano nacional como en nuestra ciudad.
Desgraciadamente, en este ámbito, como en muchos otros, los problemas y desviaciones de los mayores, afectan e involucran a nuestros hijos. De este modo, vemos que se considera como “exitoso” a un niño que tiene un buen rendimiento escolar, que no da problemas de disciplina y que se comporta siempre en forma obediente. Muchas veces se piensa que un niño con esas características será ideal, o un modelo para los demás. En contraposición, aparece el muchacho inquieto, a veces catalogado como hiperactivo, que está lleno de reprimendas y cuya presencia significa más un problema, no sólo para el colegio y el profesor, sino también para los padres que deben escuchar permanentes quejas. Estos niños van en contra de los ideales de eficiencia, que nos dicen que se debe obtener sólo buenas notas y ninguna queja conductual, ya que así podrá alcanzar “$ati$faccione$” en su vida de adulto. Unos pocos de los muy inquietos serán objeto de preocupación médica y, si se descubre alguna alteración psíquica en ellos, recibirán tratamiento.
Pero, ¿y los niños muy tranquilos?. Con algunas excepciones, la experiencia del trabajo clínico en Psiquiatría Infantil señala que usualmente no motivan la preocupación de sus profesores y que, por lo tanto, existe una menor motivación hacia sus padres para verificar qué está sucediendo con ellos. Así como la inquietud, la tranquilidad excesiva también puede ser un rasgo de carácter, una variación dentro de la amplia variabilidad de la conducta normal del niño. Lamentablemente, no siempre es así, pudiendo esconderse tras esa pasividad un problema afectivo, emocional o depresivo, un sentimiento de incapacidad para las relaciones sociales, una fuerte timidez, etc. Mientras es pequeño, pasa por ser un niño “no problemático y dócil”, pero al ir creciendo estos rasgos pueden ocasionar una notable baja en la autoestima. Lo importante es no esperar el empeoramiento de los problemas, sino buscar causas y soluciones a tiempo.

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