jueves, junio 30, 2005

Estrés Post-Traumático 2



Cuando una señal potencialmente amenazante –como un terremoto- aparece en el ambiente, el cerebro activa un complejo conjunto de repuestas neurofisiológicas, neuroendocrinas y neuroinmunológicas destinadas a optimizar la supervivencia de la persona. Al activarse estos sistemas de respuesta a la amenaza, aparece la percepción subjetiva de ansiedad o miedo, la que se enmarca dentro de las respuestas normales, pudiendo, si es exagerada, ser denominada como una crisis de angustia o de pánico.


Esto significa que podemos diferenciar ente la respuesta normal al estrés, entendida ésta como aquella que posibilita reacciones adaptativas y homeostáticas, de la respuesta anormal, la que, por el contrario, lleva a reacciones psíquicas y neurobiológicas que interfieren con una adecuada respuesta a la situación vivenciada, además de provocar alteraciones duraderas en el desarrollo, las que incluso pueden llegar a ser permanentes.

Es posible que ocurra esta reacción cuando la realidad circundante es vivenciada por el niño como una amenaza, cuando esta amenaza se hace real, o cuando la vida transcurre en forma expectante, conviviendo con la presentización de un futuro mediato o inmediato amenazador o riesgoso. Podemos catalogar a estas situaciones, gatillantes de respuestas desadaptativas, como experiencias traumáticas, las que se pueden dar en la forma de eventos o de vivencias de largo plazo. Las experiencias traumáticas del niño moldearán su vida psíquica, lo que se explica no sólo por los contenidos mentales, sino que también por las alteraciones del neurodesarrollo que se originan a partir de estas experiencias.

Ejemplo de lo anterior, es el llamado “estrés post-traumático”, el que, según la Clasificación Internacional de Enfermedades, es un “cuadro que surge como respuesta tardía o diferida a un acontecimiento estresante o a una situación de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en casi todo el mundo (por ejemplo, catástrofes naturales o producidas por el hombre, combates, accidentes graves, el ser testigo de la muerte violenta de alguien, el ser víctima de tortura, terrorismo, de una violación o de otro crimen).

Las características típicas del trastorno de estrés post-traumático son: episodios reiterados de volver a vivenciar el trauma en forma de reviviscencias o sueños que tienen lugar sobre un fondo persistente de embotamiento emocional, de falta de capacidad de respuesta al medio, de anhedonia (no disfrutar de situaciones usualmente gratas) y de evitación de actividades y situaciones evocadoras del trauma. Suelen temerse, e incluso evitarse, las situaciones que recuerdan o sugieren el trauma. En raras ocasiones pueden presentarse estallidos dramáticos y agudos de miedo, pánico o agresividad, desencadenados por estímulos que evocan un repentino recuerdo o una actualización del trauma.

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